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David Swenson, uno de los primeros Ashtanguis en occidente, dijo una vez “si el yoga fuera una mera secuencia de posturas, los gimnastas serían los mejores yoguis”.

Cuando empecé a practicar yoga pensaba que su base era llevar a cabo   una serie de posturas o asanas, y que éstas estaban “bien hechas” cuanto más lejos llegara en cada una de ellas. Nada más lejos de la realidad, pues yoga, no es acrobacia ni ningún tipo de gimnasia, es un estado: un estado de paz y armonía. Moviéndose consciente en cada momento nos ayuda a conocer las posturas, que son un reflejo de las posturas personales ante la vida. Hoy quiero compartir contigo lo que hasta ahora he aprendido, por si mi experiencia te puede servir:

Aprendí que hacer bien una asana es:

  • Estar en ella sin dolor. Respetando uno de los principios básicos del yoga, la no violencia / Ahimsa. En este caso, no violencia hacia el propio cuerpo.

  • Respirar de forma rítmica y equilibrada, sincronizada con el movimiento, permitiendo fluidez energética y generando calor en el cuerpo, que a su vez facilita la asana.
  • Mantener la mirada enfocada en un punto, llamado Éste ayuda a estar concentrado/a durante la práctica.
  • Sujetar el suelo pélvico, activando los cierres energéticos o Bandhas (de una forma parecida a lo que se hace en la gimnasia abdominal hipopresiva). Ésto, junto con la respiración, ayuda a mantener el calor en el cuerpo y así conseguir estar en una postura y pasar a la siguiente de forma fluida.

  • Reconocer si la mente se ha ido a otro sitio, haciendo que los pensamientos se encadenen unos con otros. Si eres capaz de darte cuenta de ello, podrás devolverla a lo que estás haciendo.

Aprendí a no tener expectativas. Cada día que me dispongo a llevar a cabo mi práctica sobre la esterilla, ésta es una nueva experiencia. Así que quizás lo que hice ayer, hoy ya no me sirva.  Mi práctica siempre es diferente, a pesar de que la secuencia siempre es la misma.

Aprendí que hay posturas que me frustran, bien porque mi cuerpo no es suficientemente flexible o fuerte o bien porque mantener el equilibrio sobre una única pierna me resulta casi imposible. Mis ansias por hacerlo todo como en esas fotos de Instagram o en esos vídeos de youtube provocaban en gran parte esa frustración. Observar lo que me pasaba cuando estaba en ellas me permitió poder cambiar algo para encontrarme más cómoda. Así que poco a poco he ido transformando esa frustración, cargada de lucha y crítica, por aceptación amorosa.

Aprendí que entrar con humildad en la práctica es básico para poder aprender de cada uno de los momentos de la secuencia.

Aprendí a vencer la pereza, pues el bienestar que siento al acabar la compensa.

En conclusión, yoga es mucho más que una serie de posturas. Me ayuda a tomar conciencia de cómo gestiono mis actitudes, mis emociones y pensamientos durante mi práctica. Centrando mi mente, respirando y modificando lo que sea necesario hace posible sentirme cómoda y en armonía. Y todo esto se ve reflejado en mi día a día. Y si esto a veces me es difícil, o no acabo de conseguirlo, pienso que la perseverancia, la determinación y el compromiso conmigo misma permitirán que cada vez sea más fácil lograrlo.

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